Los días jueves 16 y viernes 17 de marzo se llevó a cabo el Foro Querétaro Democrático 1997-2007 ¿Qué pasó, dónde estamos, a dónde vamos? bajo la convocatoria de Diálogo Queretano, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con el apoyo del Instituto Electoral de Querétaro. Se instalaron mesas de trabajo sobre tópicos presentes en el espectro social queretano: Política, Cultura, Periodismo y Sociedad.
Haciendo una distinción, por competencia temática, de las mesas de Cultura y Periodismo, a continuación se presenta una crónica del mosaico de ideas que fomentaron la tónica participativa de los participantes del foro.
La mesa de Cultura estuvo conformada por el historiador José Félix Zavala, el urbanista y férreo defensor del Centro Histórico, Gonzalo Ruiz Posada, el poeta queretano Luis Alberto Arellano, la ex regidora y consejera cultural panista, Natalia Carrillo y el periodista Agustín Escobar. La moderación corrió a cargo del director del INAH, delegación Querétaro, Diego Prieto.
Cada voz proclamó sus referencias y visiones personales en torno a la cultura o lo que cada quien concibe como cultura, así como su estado, su desarrollo, sus vicisitudes, sus ausencias, pero sobre todo su presencia dentro de la sociedad queretana. Abundaron las retrospectivas y los recorridos dialécticos de la cultura, más desde un punto de vista cronológico que genérico.
Natalia Carrillo, con un marcado acento institucional, sentó el contraste y obvió un recorrido de la cultura de Estado, más hacia una distinción de esfuerzo gubernamental, digno de una inserción pagada, que de un enfoque crítico. Su intervención estuvo caracterizada por referencias institucionales y menciones intermitentes de empresas culturales del sector privado.
La visión urbanista, que mereció un recorrido oral en torno a la nulidad del estado laico, fue de Ruiz Posada. El Centro Histórico, la Iglesia, la libertad de expresión, el cinismo –según el urbanista- con el que las autoridades detentan el poder, la frivolidad y la impunidad. Menciones de ejemplos donde se transgreden los principios esenciales de la convivencia y el respeto al Patrimonio Cultural.
Agustín Escobar, descontextualizado temáticamente, pero adecuado en lo que a interdisciplinareidad se refiere, habló sobre la libertad de expresión y la censura de la que ha sido víctima en el periodismo local. Ejemplos como referencia autobiográfica revelan una historia de contrastes en el oficio del periodismo, exacerbado en la última década.
José Félix Zavala tomó un rumbo categorizante de la cultura y la llamó alta cultura. Instituciones Públicas que van de la Escuela de Bellas Artes de la UAQ al Panteón de los Hombres Ilustres. Distinción que, desde su punto de vista, merece un análisis y una reflexión ulterior.
Quien acaso tuvo un acercamiento adecuado al hablar de cultura, quizás apelando fidedignamente desde su posición de artista, fue Luis Alberto Arellano, quien desglosó la otra cara de la historia cultural queretana. Pírricas designaciones, errores de gestión cultural, trámites que entorpecen la labor del artista y burocracia imponente, son algunos de los tópicos que destacó el también académico universitario.
Distinciones, señalamientos, referencias, correcciones... la mesa de Cultura tuvo de todo y casi nada culturalmente hablando. La cultura genérica e incluyente, aquella que no discrimina entre culturas populares y la alta cultura, por uso y costumbres burocráticos, no se hizo presente. Las referencias al pasado ubicaron al foro en un presente pesimista, pero la interrogativa del rumbo de la cultura no fue ni siquiera abordada. No se evocó a la cultura científica, política, educativa, artística (desde las premisas más clásicas y tradicionales hasta las propuestas contemporáneas) y multidisciplinaria. Anacronismo que beneficia al presente pero no enriquece al futuro. Salvo la voz de Arellano, le presencia de la cultura juvenil fue nula.
La mesa de periodismo, moderada por Flavio Lazos, congregó al empresario y periodista Andrés Estévez, al director del semanario católico El Observador, Jaime Septién, al periodista y académico, José Luis Álvarez Hidalgo, al periodista, Ramón Martínez de Velasco y al investigador y escritor Jorge Vargas Sánchez.
Martínez de Velasco declaró la existencia de contenido podrido en el periodismo local, actividad a la que –señaló- los oportunistas le llaman oficio. Denunció la existencia de una obstinación genérica mediática a repetir declaraciones.
Andrés Estévez destacó la ventaja que tienen los periodistas de influir en la conciencia social, ya que los medios fungen como puentes entre el acontecimiento y la sociedad. En contraste Álvarez Hidalgo aseguró que no existe periodismo en Querétaro, sólo campea el poder. Para el también artista escénico el periodismo local se ufana de establecer relaciones de poder entre el Estado y la Iglesia, esta última homologada como suprapoder fáctico.
La contribución de Jaime Septién giró en torno a una palabra, desde su punto de vista, esencial para el desarrollo del periodismo local: coherencia. Refirió que nunca se ha visto expuesto a la censura ni al linchamiento mediático por consignar constantemente un principio de coherencia entre lo que escribe y lo que le gusta escribir.
Jorge Vargas Sánchez retomó la ruta crítica iniciada por Martínez de Velasco. Destacó que el periodismo se distingue más que por una actividad profesional, por ser una dinámica burocrática de la información, emanada de la relación chocante entre el poder y los medios.
Similar a la mesa de cultura, la propuesta juvenil estuvo ausente, así como nombres de periodistas que estuvieron presentes en el proceso de transición, si bien incipiente y perfectible, concreto de la democracia queretana. No hubo fotoperiodismo, periodismo gráfico (caricatura) ni mucho menos periodismo de investigación. Tampoco hubo autoridades ni representantes de los poderes del Estado.
Reseñas con las mismas caras que, después de diez años, abren preguntas y dejan muchas dudas al viento. Tanto la cultura como el periodismo requieren de una conceptualización alterna y acorde a la realidad actual y para el futuro social del Estado. Perspectivas que se olvidaron de colocar en la comunidad estudiantil, universitaria y social la iniciativa para una reconfiguración incluyente y participativa. Necesitamos definir a la cultura y al periodismo sin adjetivos y con amplitud de inclusión, con vocación genérica, desde su primigenia función social. Una cultura para propiciar la libertad y un periodismo no como cuarto poder, sino como antipoder. Ya no por designio oficial sino por derecho inalienable, reconocido de facto por el simple hecho de ser ciudadanos, merecedores de más y mejor cultura, y de un periodismo libre y con visión democratizadora.
Desde los dignos esfuerzos editoriales donde participo (Tribuna, A Desalambrar, etc.), se extiende una felicitación y un exhorto a la comunidad académica y estudiantil, de la cual soy parte orgullosamente, para promover con ética, cultura y libertad una alternativa diferente de sociedad, más exigente y menos frívola, más dinámica y menos metódica, más culta y menos sedentaria, más libre, más universitaria, más de todos.