"¡Cómo no va a tener cambio?" pensó. Comenzaba otro miércoles. Recuerda que hace algunos años no había tantos coches. Ahora hay demasiados; tantos autos y él en camión. Record, Record, Record... "¿Cuánto gana un futbolista?", "Gana viejas, pendejo". Se llamaba Capiro, así nomás, sin apellidos. En su vida ya había disparado una pistola, sabía matar un puerco para hacer carnitas y había votado por Madrazo. Su padre lo acompañaba a donde quiera que iba, a pesar de llevar quince años de muerto. Se sabía muchas leyendas de fantasmas, mismas que compartía en noches de viernes con sus tres hijos. También se sabía toda la alineación de la selección nacional, la tabla porcentual de los equipos que estaban en peligro de descender y lo que había cobrado el Nery por irse pa' Europa.
Record, Record, Record... pasaban minutos traducidos en horas antes de perder la concentración en su lectura. /Ya llegamos, bájate/Ahí fue donde operaron a mi tío Juan/¿Bueno? ¿Qué pasó?/ Ya despiertate, Miguel, ya vamos a llegar/ Ya llegamos, bájate/ Y vámonos con esta bonita canción para mis amigas del Salitre.
Solamente le quedaban doscientos pesos libres para terminar la semana. Considerando que era miércoles, apenas le iba alcanzar para acabalar la quincena. Capiro hizo un gesto de enfado cuando definitivamente tuvo que constestar su celular: "¿Qué pasó?... aquí en el Seguro... no, ya no me alcanzó... sale... pero no te vayas a ir... pérame... sí, yo también te quiero ver".
Ese mismo día, pero a las once de la noche, Capiro olvidó el Record en un cuarto del motel Vegas. Su esposa tuvo que llamarle a un vecino para que le ayudara a matar una rata que se le había metido a su casa; Esteban, el hijo más pequeño de Capiro, se había convencido de que quería ser luchador; Jorge, el mediano, cumpliría quince años dentro de ocho días; Mario, el mayor, había conseguido trabajo de chofer de taxibus; el Nery se fue a Ucrania por no menos de 2.5 millones de dólares anuales; Don Julio, el padre de Capiro, hubiese preferido no haber llorado como todas las noches para no prolongar más su muerte, pero no lo pudo evitar. Cuando hubo terminado, Capiro estaba hecho un demonio. Se le había pasado el último camión ruta 69. escuchó un susurro, más parecido a un gemido, detrás de él. No se asustó. Se fue a su casa caminando.
4 comentarios:
Charly, me gusta tu pagina, felicidades! Saludos!! Y a comenzar a ahorrar para nuestros 30's :S
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