domingo, 5 de agosto de 2007

El Tren de las Letras: destino Héctor Cabrera


El pasado viernes 2 de agosto, Héctor Cabrera presentó una breve compilación de textos a manera de lectura pública, en el marco del Tren de las Letras, donde se destacó la inevitable hermandad que existe entre el periodismo y la narrativa contemporánea. El escenario fue el lobby del Cineteatro Rosalío Solano ante un público en su mayoría joven, quienes fueron testigos de las recreaciones textuales de Cabrera.
“Dicen que el periodismo es un género menor”, subraya el también director de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem) en Querétaro, “pero la literatura de ficción está íntimamente influenciada, como el caso de otros escritores y el mío en particular, en las historia que del periodismo germinan”. Destaca como ejemplo el esfuerzo del escritor colombiano Gabriel García Márquez quien, desde su más íntimo sentimiento periodístico, funda la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) para impulsar una forma distinta de narrar la realidad. Prueba de ellos son los concursos iberoamericanos de periodismo que organiza la FNPI, donde se encuentran historias escalofriantes, arguye Cabrera.
Referencia obligada para la creación literaria a partir de un hecho periodístico es A sangre fría del periodista estadounidense Truman Capote, de quien Héctor Cabrera destaca: “le importaba contar los hechos con forma diferente, manteniendo los datos fríos de la realidad periodística con los recursos narrativos de la ficción, así como el desarrollo de la historia misma. Capote desarrolló un arduo trabajo de investigación de seis años, convivió con la gente que conocía a las víctimas y a los célebres protagonistas de los asesinatos de Kansas, para poder formar su libro, a partir de una nota periodística del periódico The New York Times”.

En voz de su maquinista, Miguel Aguilar, “el Tren ya lleva alrededor de tres años con su recorrido; después de estar un tiempo en La Vieja Estación, los miércoles, ahora se presenta los jueves en la Galería Municipal”. Los vagones del Tren están conformados por un espectro heterogéneo de la literatura contemporánea. Su director refiere que el principal propósito “es dar a conocer la obra de los creadores locales, tanto narradores como poetas, en un intercambio simbólico para la conformación de una mejor sociedad, desde una visión metafórica de su realidad”. A continuación el relato corto de Héctor Cabrera llamado Julia, basado en la película Danzón:

Julia salió a la calle radiante y esplendorosa. Su vestido rojo se adaptaba con perfección a sus formas y jugaba alegre con todos los colores del cuerpo. La flor en su cabeza era el perfume ideal para la reunión esperada por quién sabe cuánto. Rubén regresaba después de muchas promesas y viajes pospuestos. Anhelaba su perfume a hombre, su virilidad, su sonrisa franca, juguetona. Miro el reloj y aceleró el paso. El barco no debía tardar. Sonrió al pensar en los danzones que bailarían en el viejo Tiboli tan cercano a ambos. Desde que él se fue no había bailado. Lo había hecho intencionalmente esperando ese momento que ahora estaba al alcance de sus manos. No reparó en los hombres que le lanzaron piropos y la comieron con los ojos. El silbido del barco sonó a lo lejos. Quiso correr, pero sus zapatillas, rojas también, protestaron de inmediato. Llegó al muelle donde los pasajeros desembarcaban, Cientos de mujeres y hombres desconocidos avanzaban y saludaban a familiares y amigos. Rubén no aparecía. Su corazón se aceleró ante la posibilidad de otro desengaño. Pronto, el muelle quedó desierto. Quería huir, desaparecer, pero la ira y la frustración la paralizaban. Fue cuando vio que dos hombres descendían muy lentamente por la rampa. Creyó reconocer al que guiaba la silla de ruedas pero no al que iba sentado en ella. Ahora lo entendía. Rubén había esperado hasta el final para ayudar al otro pobre hombre, al que le faltaban las piernas, a descender. Siempre pensando en los demás. Corrió a sus brazos, pero cuando estuvo a su alcance comprendió su error. El hombre que guiaba la silla era Marcos, el hermano de Rubén, que la miró sin querer hacerlo. Su corazón se detuvo. Rubén sentado en la silla no sonreía ni olía bonito. Sintió como se marchitaba la flor en su cabeza. Pronto el Tiboli desapareció y el vestido rojo se perdió en los laberintos del guardarropa.

2 comentarios:

Lilián dijo...

Al día siguiente me topé con Héctor, ya ves que es mi vecino, y me contó que te había visto y que estás muy loco y que a qué hora voy por el pan. No es cierto. Pinche Carlos, ya escribe algo lait para el público no conocedorrrrr

Carlos C dijo...

Gracias por tus juegos metatextuales mi queridísima islita. Al rato seré nuevamente náufrago¡¡¡ Besos a la Isla Defoeiana