martes, 17 de julio de 2007

Cuando la academia murió, Gustavo Ott estaba ahí


“No sólo se trata de un taller breve, sino de un contrataller, la idea es desmontar las reglas que durante mucho tiempo hemos establecido como inamovibles en la creación dramática”, así definió Gustavo Ott el taller de dramaturgia que impartirá del 18 al 20 de julio de 10 a 14 horas, dentro del marco de la Quinta Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia, en las instalaciones del Museo de la Ciudad, bajo el auspicio del Instituto Queretano de la Cultura y las Artes.

La intención primordial que destaca el autor de Pavlov, dos segundos antes del crimen, obra acreedora a premios en los Festivales Karzinbarcika (Hungría) y Liverpool (Canadá), es tratar de “concentrarnos más en el hecho de la libertad creativa, quiero entusiasmar a los participantes, romperles las cadenas, decirles que no hay reglas, que eso se acabó, que la academia ha muerto”, con invitación dirigida particularmente a escritores de dramaturgia pero donde cualquier creador puede participar, a decir del dramaturgo.

El tiempo del teatro es el tiempo de la veta creativa, libertad de creación, trasgresión de la forma, según nuestro entrevistado, que se revela después de muchos años: “podemos hacer una dramaturgia fusión, podemos fundir una cantidad de géneros y tendencias que antes parecía que no se podían hacer”. Señala que la influencia del cine latinoamericano y europeo ha dado una gran lección en la utilización de la poesía, dichas corrientes manifiestan una tendencia nueva de contar historias, “una vertiente concentrada más en los temas y menos en las historias y los personajes, como nos habían dicho antes”. Dichos temas están vivos, presentes en la cotidianidad del espectador, quien se revela a su realidad por medio de esa fusión y libertad creativa descrita por Ott: “la esperanza en el siglo veinte era algo fácil de comprar; ahora en el siglo veintiuno no parece ni siquiera posible la esperanza”.

Periodista de formación, dramaturgo por convicción, con más de veinte obras bajo el brazo, la mayoría de ellas traducidas a más de cinco idiomas, Gustavo Ott sentencia: “las reglas han muerto, la academia ha muerto”, eso significa –acota el autor- que la responsabilidad creativa es mayor, al contrario de lo que se podría pensar. Aunado lo anterior a la carencia de una tendencia homogénea en la dramaturgia mundial, Gustavo Ott abunda: “existen las microreglas, cada quien impone su propia regla y su propio estilo, ni siquiera en toda su obra, sino por obra. Una obra de pronto tiene conflictos con tu obra anterior, ya no te comparas con otros autores, ya no hay movimiento, eres tú con tus propias piezas y con tu propio universo”.

Cada obra de Ott denota un pathos característico: Linda gatita, amor; Corazón pornográfico crimen; Tu ternura molotov intolerancia y terrorismo, entre otras. El origen de semejante conglomerado creativo lo comparte el autor: “lo que me gusta es escribir como si no fuera yo, me gusta escribir como otros, yo soy muy aburrido”. Señala que, efectivamente, dentro del taller se compartirán las visiones del trabajo dramático multidimensional creativo, basado en la narrativa “para mantener la prosa viva, intentando ser otros que no somos, para conseguir ser alguien”.

A pesar de la libertad creativa que no impone reglas, Ott arguye que la lengua y el teatro moderno se concilian irremediablemente: “una de las vertientes más interesantes de la propuesta de la dramaturgia latinoamericana es la oferta del Caribe, donde lo interesante no es solamente la mezcla multicolor de razas y culturas, sino además el planteamiento de un lenguaje vivo, que ni siquiera tiene una gramática definitiva, que pareciera que cada año se está remodelando de nuevo”, aunado a las características del idioma latentes en nuestro umbral latinoamericano.

El perfil periodístico de Ott no se soslaya de manera anecdótica, al contrario, “al ser periodista me es fácil vivir la vida de otros, no soy yo el protagonista y esa necesidad de buscar al otro están presentes en mi piezas”. Notas informativas, crónicas, reportajes, entrevistas, son elementos que para el autor constituyen la médula de su proceso creativo: “no se hasta qué punto sigo siendo periodista, utilizando las formas del teatro a partir de la realidad del hombre contemporáneo y sus angustias”.

- ¿La dramaturgia está convidada al banquete de la democracia, particularmente en Venezuela?

- La democracia en este momento parece una comida que no está servida. En Venezuela la dramaturgia está incluida en la constitución para su protección, sin embargo la dramaturgia venezolana sigue a la deriva por la falta de dedicación a políticas coherentes. Pero tampoco existe censura como mucha gente pretende creer, la verdad es que estamos escribiendo lo que nos da la gana, incluso en muchos casos se ataca al poder como toda labor creadora.

Las obras de Gustavo Ott son sugestivas desde el mismo título, donde radica la mitad de la obra: “lo digo mucho en los talleres, el título es fundamental. Sin embargo, un crítico mala leche me dijo que paso la mitad del tiempo en crear el título y la otra mitad en terminar la obra”. Dichos títulos han degenerado en obras itinerantes que han llevado a nuestro entrevistado de Nueva York a Paris: “uno tiene la obligación de pensar que el título de tu obra está en la marquesina más importante del mundo o en el último pueblo mas olvidado, y creo que en este sitio tiene más utilidad, porque el título es una metáfora, un poema, un guiño con sentido del humor, una bofetada incluso, trato de que el título sea parte de la metáfora de la pieza”.

La misma escritura la concibe nuestro entrevistado como un ente vivo y cambiante, de estética y estilística efímeras por antonomasia: “si un autor se pone límites a su propio estilo probablemente no pase de escribir un determinado número de piezas, llega un momento en que te aburres de ti mismo, además descubres que no eres interesante, sino que los interesantes son los demás”.

Nuestro entrevistado concluye con una dialéctica reflexiva a partir del otro: “los seres humanos se levantan en la mañana, se ven al espejo y se hace preguntas de importancia capital; el intelectual cree que él es el que se las hace, pero no, es la gente, haciendo preguntas filosóficas sobre su destino y el de la humanidad”

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