martes, 10 de julio de 2007

Konninginnedag, ejercicio lúdico de la dramaturgia joven

Una obra extraña que tiene el privilegio de regresar a los elementos de la dramaturgia clásica, así define el director Uriel Bravo a Konninginnedag (El Día de la Reina), del dramaturgo capitalino Alberto Castillo, que con el apoyo del Instituto Queretano de la Cultura y las Artes (IQCA), se presentará el próximo viernes 20 de julio en el Museo de la Ciudad, en el marco de la Quinta Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia Querétaro 2007. El nombre de la obra, considerado como una tomadura de pelo de parte del dramaturgo –según Uriel Bravo-, “nos habla de que el teatro hay que tomarlo en serio con sus contextos y como lo que es: un ejercicio lúdico que nos guiña el ojo”.

El director capitalino aclara que no se trata en un principio de un montaje, sino de lecturas dramatizadas de la obra de Alberto Castillo. Precisa que “la finalidad es presentar los textos ante los jóvenes dramaturgos, que sirva como paradigma de lo que cada uno de ellos está intentando escribir”.

Koninginnedag o El Día de la Reina, escrita por el escritor capitalino Alberto Castillo, “es una obra extraña para la generación actual de dramaturgos jóvenes”, cuyo fenómeno se distingue por la investigación y la reestructuración de la dramaturgia, como es el caso de Castillo, quien –según nuestro entrevistado- “nos presenta un ejercicio chejoviano, bien hecho”.

Para Uriel Bravo, lo extraño radica en que “un escritor joven decida regresar al camino de la buena dramaturgia, en el sentido estructural que conocemos, y que establezca un paradigma de recuperación de los clásicos”.

Una obra con personajes muy bien estructurados, clarísimos a la lectura y que representa un reto para un ejercicio de lectura dramatizada, son las características que enumera Uriel Bravo sobre la obra de Castillo. Las mismas características de la obra la encaminan a ser “un texto que va a tener repercusiones importantes, que va a tener montajes y va a sobrar quien lo quiera montar”.

Ciertamente, según señala Bravo, la comunión entre una obra que se ofrece extraña con un regreso a la dramaturgia clásica por definición es posible: “digamos que un clásico se hace clásico a partir de la extrañeza que causa, tiene un impacto y rompimiento en la sociedad y a partir de ese momento se vuelve clásico”. Refiere íconos imprescindibles del teatro del absurdo, como El Rinoceronte y La Cantante Calva, ambas obras del dramaturgo rumano Eugène Ionesco, “fueron iconoclastas, acaban con la forma lógica de hacer teatro, y terminaron siendo clásicos”.

Con base en la afirmación anterior, Uriel Bravo precisa: “Alberto Castillo lleva a cabo dos labores importantes: una relectura de Anton Chejov, muy moderna, y un planteamiento problemático que Chejov nunca se hubiera imaginado, y menos con las soluciones que les da Alberto”.

Koninginnedag o El Día de la Reina, trata sobre una perturbadora excursión por los Países Bajos en plena fiesta nacional, dedicado a la Reina de Holanda –de allí el título de la obra- y que dota a la cuarta pared de un instinto voyeurista que sigue a los actores por las vicisitudes de los festejos. Uriel Bravo reflexiona al respecto: “uno podría suponer que por tratarse de la sociedad holandesa y sus problemas de segregación racial, parecerían no ser los nuestros, pero si le movemos tantito a la obra, parecería estar puesta en Los Ángeles, y en vez de un musulmán podría tratarse de un michoacano migrante siendo botado por una familia de gringos”. La obra no delata una gran diferencia contextual tiempo-espacio, “leída en un contexto más amplio y humanista”, como sugiere Bravo, nos encontraríamos con una convergencia de problemáticas y cuestiones morales, éticas y humanas.

Sobre los criterios que el director tomó en cuenta para dirigir la obra, a decir de Bravo, se diferencian de origen: “si la idea fuera dirigir un montaje, para mí como director el texto solamente sería un pretexto con mi relectura”. Pero en el caso de la lectura dramatizada “el director se pone al servicio del dramaturgo con honestidad”. Abundó al respecto que el trabajo de dirección en lecturas dramatizadas, como en el caso de Koninginnedag, “es un trabajo muy artesanal y minuciosos, le sirve a uno como director para reconocer el material” lo cual impulsaría ulteriormente un trabajo de montaje “donde como director uno aporta de su propia cosecha”.

El adjetivo joven, en el título de la Quinta Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia Querétaro 2007, es para Uriel Bravo una instancia meramente cronológica, “porque hay jóvenes que escriben como ancianos, con muchos miedos y temores; también hay jóvenes que se arriesgan así como hay dramaturgos viejos que escriben con un sentido del riesgo que parece de un joven irresponsable”.

- ¿Cómo director qué prefiere, un viejo que escriba como joven o un joven que escriba como viejo?

- De hecho las dos cosas, no es cuestión de preferencias sino de que conectes con alguien.

Director en 2005 de La Fe de los Cerdos, obra de Hugo Abraham Wirth Nava ganadora del Quinto Concurso Nacional de Dramaturgia Manuel Herrera Castañeda, Uriel Bravo recuerda que “fue impresionante el golpe que sentí cuando la leí, por la potencia abrumadora del texto” producto de un actor que estaba cumpliendo los veinte años en el momento de la aparición de la obra.

- ¿A qué le apuesta el teatro en Querétaro?

- A nada. Un Estado al que no le interesa la cultura más que en su sentido mercadotécnico, que le importa más la cultura en el sentido turístico, no podemos aspirar a contar con un proyecto de teatro cultural y de estado.

Señala Uriel Bravo que “eso parece darle mucho gusto a la gente del gobierno, porque la gente de teatro somos muy molestos”. Al respecto recuerda un comentario que hizo Manuel González Valle, siendo aún candidato a la presidencia municipal, quien dijo –según nuestro entrevistado- “¡hombre, si hay muchos jardines, muchas fuentes! ¿cuál es el problema del teatro? Y yo le contesté: saque su escritorio y despache en el Jardín de los Perritos”, concluyó.

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