miércoles, 18 de julio de 2007

Fernando de Ita, desde la mesa de análisis.

Sedente y desde su denotado sentido analítico de la expresión teatral contemporánea, Fernando de Ita, crítico, director y dramaturgo mexicano, se hace presente en la Quinta Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia 2007, evento auspiciado por el Instituto Queretano de la Cultura y las Artes, desde la Mesa de Análisis donde predomina la intención retrospectiva de “hacer un balance de estos cinco años de Muestra a través de las obras y dramaturgos que están presentándose”.

Destaca el raudal de autores que han circulado por la Muestra, desde su fundación hasta su quinta edición, y la inminente configuración de un movimiento teatral generativo de la misma: “aquí se han presentado veintinueve dramaturgos en un lustro, aunque este periodo de tiempo es muy escueto para determinar un movimiento, creo que sí podemos intentar un mínimo balance sobre las aportaciones, carencias y propuestas de la tipificada joven dramaturgia”.

Periodista, escritor y colaborador en publicaciones especializadas en dramaturgia, De Ita abstrae el carácter generalizado que distingue a la generación de dramaturgos que se presentan en la Muestra: “los jóvenes dramaturgos se sienten de generación espontánea pero no lo son, porque aunque nieguen tener cualquier lazo con una tradición en la dramaturgia, pertenecen a ella”.

Ante el impulso creativo teatral y dramático que impone la Muestra Nacional de Joven Dramaturgia, el autor de La Soledad destaca indicios que distinguen al conjunto de obras y autores pertenecientes a dicho movimiento, no sin antes recordar que “hay cerca de cincuenta nuevos dramaturgos escribiendo, de menos de treinta y cinco años, según la edad que los usos y costumbres determinan la cualidad de joven”. Entre esos indicios distingue: “viven de las becas y de los premios, han ganado todos los que existen, tienen bequitis aguda”. Y acota: “es benéfico constatar que el Estado apoya efectivamente, pero se trata de ver hasta qué punto esta costumbre los está deformando”.

Lejos de una creencia incondicional decimonónica que aluda “al artista puro, capaz de morirse de hambre con tal de hacer su obra”, Fernando de Ita aventura una paradoja: “habría que preguntarse si por el hecho de ser becario permanente ves minada tu libertad de acción y de crítica. Me temo que muchas cosas que no se dicen ni se hacen por parte de los dramaturgos jóvenes es precisamente porque todos están un poco comprometidos con el estímulo”.

Una visión ulterior, según De Ita, nos permite dilucidar el rumbo del teatro generado por la Muestra. Sugiere: “este movimiento dramatúrgico se dirige hacia un cambio temático y formal. Para algunos críticos, de los cuales yo me excluyo, la experimentación es más formal que de fondo”. Al respecto ejemplifica la existencia de un conflicto: “a partir de Edgar Chías, que construye narraturgia, o sea, un teatro narrado, en donde ya no hay acotaciones, que no acaba de ser ni narración ni teatro, se vislumbra un terreno peligroso”. No obstante destaca que la dramaturgia joven está avanzando, “se está asomando el teatro del siglo veintiuno, todavía de manera nebulosa, pero con una intención de cambiar las formas y los contenidos, y sobre todo que los autores desarrollen un sentido dramático y confianza en sí mismos”.

Paralelamente, Fernando De Ita atisba debilidades presentes en la generalidad de la joven dramaturgia. Debilidades que van desde “una falta de lectura tenaz en cuanto al teatro”, a causa de –según el crítico- una inspiración más cercana a la composición virtual, como el cine o la Internet, que a la tradición literaria, “lo cual sigue siendo una pena, porque a mi juicio la lectura sigue siendo la espina dorsal de la formación intelectual del ser”.

Entre otras inconsistencias señala: “no hay un estilo definido, el rompimiento de géneros no ha cristalizado en uno nuevo, todo es pastiche, son sobreposiciones de estilos y géneros. Pero están buscando, y en ese proceso se permiten esas debilidades”.

Reflexionando no solamente sobre el estado del arte de la dramaturgia, sino también sobre el análisis, el estudio formal y la crítica, el autor de La enfermedad del amor confirma que “, es uno de los puntos flacos de nuestro teatro”. Aun con todas las deficiencias que tiene, como la falta de profesionalismo predominante el casi toda la República, existe talento, movimiento de grupos, propuestas, “pero en el análisis estamos en pañales”, sentenció nuestro entrevistado. Y abundó: “la prensa nacional, local y regional es muy pobre en ideas, espacios y propuestas que alimenten el análisis y la crítica, aunado a la falta de estímulos profesionales decentes y la ausencia de una especificidad crítica en artes escénicas”.

Crítico y dramaturgo, en la bifurcación de un discurso creativo y analítico, Fernando De Ita define su oficio como “una mala pasión, por eso habemos tan pocos”.

Dentro del recorrido dramatúrgico de la Muestra no distingue una obra de su predilección: “todos esperábamos con mucho entusiasmo Civilización, de Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio, por ser la cabeza de grupo dado su adelanto respecto a sus similares, el más propositivo, publicado y traducido. Pero hay otras que llaman mi interés como Disforia de Noé Morales, El Libro de Dante, de Luis Ayhllón, No tocar de Enrique Olmos, pero estoy ansioso por ver Apocalipsis I de Abelardo Rodríguez, porque generalmente la gente contestataria de izquierda tiene un discurso combativo muy bien estructurado, pero cuando suben al escenario no cumplen con las expectativas; espero me equivoque”, concluyó.

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